Cuando Gabriel Jesus cayó al césped tomándose la rodilla en un partido de FA Cup entre Arsenal y Manchester United, muchos temieron lo peor. Sin embargo, tras una rápida evaluación médica, el delantero brasileño volvió al campo y siguió jugando… hasta que el dolor lo obligó a salir en camilla. Más tarde, se confirmó el diagnóstico temido: rotura del ligamento cruzado anterior (LCA).
Este no es un caso aislado. Jugadores como Jurrien Timber o Sven Botman han disputado minutos –e incluso partidos completos– con el LCA roto, desafiando la lógica médica. ¿Cómo es posible? ¿Qué ocurre en el cuerpo para que algunos futbolistas sigan compitiendo con una lesión tan grave? En este post exploramos el enigma del ligamento cruzado anterior: los factores fisiológicos, médicos y competitivos que permiten que esto suceda y los riesgos que implica para los jugadores.
Evaluación inicial en el campo
Cuando un jugador sufre un impacto o torcedura en la rodilla, el fisioterapeuta sigue un protocolo para evaluar la gravedad de la lesión. En primer lugar, realiza movimientos pasivos para comprobar la estabilidad de la articulación y asegurarse de que no hay dislocaciones. Luego, se comunica con el jugador para conocer sus sensaciones.
Es común que, en momentos de dolor intenso, los futbolistas se expresen en su lengua materna, lo que puede dificultar la comunicación con el equipo médico. Además, el propio jugador suele tener poca información sobre lo ocurrido. Algunos describen haber sentido un giro brusco o haber escuchado un crujido en la articulación, pero sin ser plenamente conscientes de la gravedad del daño.
Pruebas para detectar una lesión de LCA
Para evaluar si hay una posible lesión del ligamento cruzado anterior, se utilizan dos pruebas principales:
Test de Cajón Anterior: Se flexiona la rodilla a 90 grados, se fija el pie y se aplica una tracción hacia adelante en la tibia. Si hay un desplazamiento anormal o sensación de laxitud en comparación con la otra rodilla, se sospecha una lesión en el LCA.
Test de Lachman: Se coloca una mano en el muslo y otra en la parte inferior de la rodilla, aplicando una tracción hacia adelante en la tibia. Un LCA intacto impide que la tibia se desplace excesivamente; si esto ocurre, hay indicios de una posible rotura.
Sin embargo, diagnosticar una lesión de LCA en el campo no es sencillo. En condiciones ideales, el jugador debería estar relajado para que sus músculos no interfieran con la evaluación. Pero en medio de un partido, con la adrenalina alta y el músculo tenso, estas pruebas pueden no ser concluyentes.
Factores que permiten seguir jugando
Si un jugador puede mover la rodilla y siente que el dolor es tolerable, puede decidir continuar en el partido. Sin embargo, hay varias razones por las que esto puede ocurrir:
Adrenalina y tolerancia al dolor: En medio de la competición, los futbolistas están acostumbrados a soportar molestias y seguir jugando. La adrenalina reduce la percepción del dolor, permitiendo que el jugador incluso corra o salte sin notar la lesión en toda su magnitud.
Ausencia de inflamación inmediata: Aunque el LCA se haya roto, la inflamación significativa tarda al menos una hora en desarrollarse. Esto significa que, en los primeros minutos tras la lesión, la rodilla aún no ha hinchado lo suficiente como para impedir el movimiento.
Dificultad en el diagnóstico inmediato: Como el equipo médico en el campo no tiene acceso a estudios de imagen en ese momento, el diagnóstico se basa en la evaluación clínica y en lo que el jugador reporta. Si este indica que puede seguir, es probable que se le permita intentarlo.
Errores en la percepción de la gravedad: Los fisioterapeutas que atienden en el campo no tienen acceso a repeticiones en video del incidente. Aunque los médicos en la banda sí pueden revisar imágenes a través del sistema Hawk-Eye, no siempre es fácil determinar la magnitud de la lesión solo con la grabación.
Riesgos de seguir jugando tras una lesión de LCA
Aunque algunos jugadores logran continuar por unos minutos, una rodilla con el LCA roto es inestable y susceptible a más daño. En muchos casos, la lesión del LCA viene acompañada de otras complicaciones, como:
Rotura de menisco
Lesión del ligamento colateral medial (MCL)
Daño en el cartílago
Este conjunto de lesiones es conocido como la "Tríada Terrible" y agrava el tiempo de recuperación. Si bien el LCA por sí solo requiere alrededor de nueve meses de rehabilitación, una lesión meniscal o del MCL puede prolongar aún más la recuperación.
¿Debería existir un protocolo obligatorio para detectar lesiones de LCA?
En el fútbol ya existen protocolos para manejar lesiones graves como conmociones cerebrales. Sin embargo, detectar una rotura de LCA en el campo es más complejo, ya que los métodos clínicos no siempre son concluyentes.
Existen pruebas más agresivas, como la prueba de Pivot Shift, que permite detectar inestabilidad en la rodilla, pero es incómoda para el jugador y no suele realizarse en el campo. Por ello, el diagnóstico definitivo solo puede confirmarse con una resonancia magnética tras el partido.
¿Con qué frecuencia un jugador sigue jugando tras una lesión de LCA?
Aunque depende de cada caso, se estima que alrededor del 25% de los jugadores intentan continuar tras lesionarse el LCA. Factores como la tolerancia al dolor, la falta de hinchazón inicial y el deseo de seguir en el partido influyen en esta decisión.
Sin embargo, al tratarse de una lesión grave, lo más recomendable es una evaluación más rigurosa y, en caso de sospecha de rotura del LCA, retirar al jugador para evitar mayores daños.
Las lesiones del ligamento cruzado anterior son una de las peores noticias para cualquier futbolista, ya que suponen un largo periodo de recuperación. Sin embargo, la combinación de adrenalina, ausencia de hinchazón inicial y dificultad para realizar un diagnóstico preciso en el campo puede llevar a que algunos jugadores sigan jugando incluso con el LCA roto.
Aunque la posibilidad de continuar unos minutos más en el partido puede parecer positiva, el riesgo de agravar la lesión es alto. Por ello, es fundamental mejorar los protocolos médicos en el fútbol y fomentar una toma de decisiones más conservadora para proteger la salud de los jugadores a largo plazo.
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